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04/06/2008 |
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La Destrucción ha llegado. |
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Cambios urbanísticos que arrasan con el legado natural. |
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Soy un portuense que lleva varios años
estudiando en la Facultad de Biología de Sevilla, y vengo
esporádicamente a mi ciudad natal, pudiendo contemplar los cambios
que se van realizando aquí, de forma más escalonada que gradual, y
quizás por ello puedo apreciar mejor la velocidad del cambio, la
cual es tan impresionante que asusta, y permítanme decirlo, me
ha quitado todas
las esperanzas. Se comprende que el incremento de la población y
el crecimiento urbanístico es tan exponencial como imparable, aunque
más de la mitad de las casas que construyan sean para turistas
veraniegos siendo casitas fantasma el resto del año. Más de medio
Puerto está lleno de carteles de empresas constructoras, y todas las
zonas verdes que quedan van a ser destruidas, o ya las han destruido
sin que lo sepamos, talando desde el centro de los bosques de pinos
y eucaliptos hacia afuera, poquito a poco, sin que nadie se dé
cuenta, y para cuando ya te has enterado, es demasiado tarde porque
ya se ven las máquinas a través de los pinos. Lo realmente irónico,
es que si me ven podando una rama de pino que sobresale de mi
parcela a la calle o si me pillan cogiendo espárragos, setas y/o
plantas para mi herbario, me cae una multa impresionante, y luego,
ves a los CaterPillar arrancando pinos de raíz. Te planteas muchas
cosas, pero de todas formas ¿qué crees que puedes hacer tú contra
los maletines, urbanismo y el Señor Don Dinero? Aún así, es más
irónico cuando todo esto se encuentra arropado por el hermoso velo
del desarrollo sostenible, lo cual se
ha convertido
más en un arma política de doble filo, que lo que realmente era: una
bonita teoría creada por biólogos que creían en el avance de la
humanidad sin dañar tanto el medio ambiente, y con la esperanza de
dejar a los hijos de nuestros hijos un legado natural. Aún
recuerdo cuando de chico iba con mis padres a coger espárragos,
piñas y setas a los pinares de detrás de la gasolinera de la
carretera Rota-Fuentebravía, o a la finca de los Terry, junto a la
Casa de Ejercicios de la Inmaculada. Y cuando jugaba con mis amigos
al poli-y-ladro por la urbanización de Fuentebermeja, escondiéndonos
entre los pinares y retamares, tirándonos cuesta abajo por las
dunas. Esta vorágine de recuerdos me trae felicidad por una infancia
plena, pero tristeza por un futuro incierto. No podemos pararlo, la
destrucción
ha
llegado, el
hombre
ha
impuesto con su mazo el fin de las palabras desarrollo sostenible y
biodiversidad. Protegemos los linces ibéricos avocados
irremediablemente a la extinción, y Greenpeace lidera batallas
contra el cambio climático, que ahora está tanto de moda; pero
señores, lo que realmente es un arma de
destrucción
masiva, es la ambición del hombre por el dinero, y contra esto no
hay cura, aunque si hay una pequeña luz de esperanza: la Junta de
Andalucía
ha
desestimado el PGOU que pretendía recalificar a suelo urbanizable la
práctica totalidad de pinares y retamares. Ahora es el momento de
elaborar un nuevo PGOU que proteja la riqueza natural que
ha sobrevivido a
esta masiva
destrucción que
hemos vivido, y ahí tenemos que colaborar todos los
ciudadanos.
JUAN DE DIOS Franco Navarro El Puerto |
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