Pues sí, esta sorprendente característica es la que tienen los cefalópodos, que es lo que comúnmente conocemos como pulpos, chocos, calamares.
Esta característica se la deben a los distintos tipos de células con pigmentos que tienen en su piel: cromatóforos, que extienden o concentran los pigmentos de distintos colores; los iridóforos y leucóforos reflejan y refractan la luz. Gracias a las múltiples combinaciones posibles entre estos tres tipos de células y a la alta capacidad de control nervioso, los cefalópodos pueden cambiar de color rápidamente. La variedad de diseños y texturas que pueden alcanzar la piel de los cefalópodos es tan grande, que posiblemente lo utilicen como órgano de comunicación para transmitir información sobre esl estado emocional del animal, relacionarse con los de su propia especie y disuadir depredadores.
Los cambios de color en la piel cumplen una función imprescindible en la época de reproducción (primavera y verano), en la exhiben la coloración de galanteo, que son rayas como las de una cebra, y persiguen a la hembra donde vaya. De hecho, se ha observado cómo macho y hembra pueden mantener una conversación sin que los demás individuos se enteren utilizando sólo la parte de piel de la mitad del cuerpo que tienen enfrentados.
Los cefalópodos son los invertebrados con el sistema nervioso más desarrollado. Durante la evolución distintos ganglios nerviosos se han unido, formando un auténtico cerebro. Tienen un comportamiento complejo, en el que la memoria y el aprendizaje tienen un papel fundamental. Hay un famoso experimento en el que los pulpos aprenden a cruzar un laberinto para conseguir comida, o abren botes con tapón de rosca para acceder a la comida del interior. Los pulpos, sepias y calamares, ha desarrollado complejas estrategias de caza y elaboradas paradas nupciales. También han desarrollado un sistema de comunicación basado en los cambios de color y textura de la piel